Más conocido como Alejandro Dolina, este sutil artista del barrio de Flores es uno de los grandes prodigios de la pluma argentina contemporánea.
Al no perteneces al canon de filósofos tradicionales, resulta dificultosa la tarea de resaltar las características de un sistema filosófico dentro de su prolífero pensamiento.
Literato de alma y piel, dejó escapar entre sus líneas la sensación de militar dentro de una filosofía mítica, donde las sombras de la tristeza son la única luz de toda felicidad efímera posible.
Podríamos parafrasear sus extensos escritos y decir que, de haber definido con claridad el término Filosofía, seguramente habría dicho que es “el arte de aprender a degustar los sinsabores de la vida”. Para el noble Alejandro, la vida es dolor, es tristeza, pero vale la pena ser vivida.
El principal origen de su filosofar es la angustia vital de nuestras existencias. Las situaciones límites de la vida nos obligan a pensar y como el mismo lo dice, “Cuanto mas inteligente, profunda y sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza.”
Dentro de su prolífera obra, recorre un amplio espectro de disciplinas filosóficas, entre las que se destacan la Metafísica, epistemología, Filosofía del Lenguaje, Ética, Estética y Lógica, entre otras.
El polifuncional Don Alejandro es profundo creyente de sus mitos, hombre tanguero, poeta, músico, profundo pensador y agnóstico. Durante toda su obra intenta responder ¿Qué es la vida? ¿Cómo convivir con el sufrimiento sin desesperar? ¿Porqué no existe Dios? ¿Qué es el arte?
Siempre enfocó estos temas desde un rincón sombrío del corazón, oscurecido seguramente por la nostalgia ocasionada por unos ojos peregrinos e indiferentes.
Alegrémonos amigos, la vida es triste, pero al menos tenemos una certeza.
Al no perteneces al canon de filósofos tradicionales, resulta dificultosa la tarea de resaltar las características de un sistema filosófico dentro de su prolífero pensamiento.
Literato de alma y piel, dejó escapar entre sus líneas la sensación de militar dentro de una filosofía mítica, donde las sombras de la tristeza son la única luz de toda felicidad efímera posible.
Podríamos parafrasear sus extensos escritos y decir que, de haber definido con claridad el término Filosofía, seguramente habría dicho que es “el arte de aprender a degustar los sinsabores de la vida”. Para el noble Alejandro, la vida es dolor, es tristeza, pero vale la pena ser vivida.
El principal origen de su filosofar es la angustia vital de nuestras existencias. Las situaciones límites de la vida nos obligan a pensar y como el mismo lo dice, “Cuanto mas inteligente, profunda y sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza.”
Dentro de su prolífera obra, recorre un amplio espectro de disciplinas filosóficas, entre las que se destacan la Metafísica, epistemología, Filosofía del Lenguaje, Ética, Estética y Lógica, entre otras.
El polifuncional Don Alejandro es profundo creyente de sus mitos, hombre tanguero, poeta, músico, profundo pensador y agnóstico. Durante toda su obra intenta responder ¿Qué es la vida? ¿Cómo convivir con el sufrimiento sin desesperar? ¿Porqué no existe Dios? ¿Qué es el arte?
Siempre enfocó estos temas desde un rincón sombrío del corazón, oscurecido seguramente por la nostalgia ocasionada por unos ojos peregrinos e indiferentes.
Alegrémonos amigos, la vida es triste, pero al menos tenemos una certeza.
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