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sábado, 10 de enero de 2009

Hume y la Negación de la Filosofía

INTRODUCCIÓN

Al sumergirnos en el estudio de la filosofía, resulta ser notorio el hecho de que cada uno de los sistemas de pensamientos, pensadores a actores que se suceden a la largo de su recorrido son factibles de las más diversas interpretaciones. Al igual que todo filósofo, Hume no resulta ser una excepción.
Para su estudio, algunos académicos lo han caracterizado como escéptico radical, llegando incluso al punto de negar la posibilidad de realizar filosofía. Otros, en cambio, lo reconocen como unos de los grandes talentos de la filosofía naturalista.
HUME, ¿ESCÉPTICO O NATURALISTA? Este el interrogante sobre el que versará la presente monografía, intentando retomar algunos elementos de su filosofía que nos permitan justificar ambas posiciones, confrontándolas analíticamente para así poder llegar a una solución crítica de la hipótesis planteada.
¿Cuál es criterio de verdad que utiliza este pensador Inglés para haber sido interpretado tan variadamente? ¿Cuál es la fina línea que divide el conocimiento verdadero y científico de la simple especulación filosófica? ¿Existe alguna relación con los intentos de Descartes de alcanzar una verdad clara y distinta? ¿Qué postura tomar nosotros mismos, como pensadores contemporáneos, a la luz de los planteos de Hume?
Estos interrogantes nos guiarán durante las siguientes líneas, mientras nos perdemos por unos instantes en los magníficos laberintos de la reflexión filosófica.

CAPÍTULO I: NADA ES ESENCIALMENTE NECESARIO

El camino que dibujan las diversas posturas que pueden elaborarse como resultado de la discusión sobre el escepticismo de Hume, o por lo contrario, su inclinación empirista, puede iniciarse a través de uno de sus conceptos que, a mi entender, produce, luego de su comprensión, un cambio radical en la forma de considerar el conocimiento en todo pensador.
Una de las mayores genialidades de Hume fue contar con un agudo sentido crítico de los fenómenos físicos. Su análisis del concepto de necesidad refleja la profundidad de sus estudios.
Incansable cazador de certezas, aplicó la claridad de su espíritu a la cotidianeidad que lo rodeaba. Si observamos, como lo sugiere Hume[1], el impacto de dos bolas de billar como si fuera la primera vez que realizáramos dicha observación, la razón por sí sola no podría aportarnos absolutamente ningún dato sobre el futuro comportamiento de las bolas luego del impacto. Cualquier opción, incluso el pensar que podrían explotar dando fin al universo, es tan razonable como predecir que la segunda será impulsada por la primera en la dirección que tan bien describiría la física actual.
¿Qué es lo que nos lleva a “razonar” de determinada manera ante estos casos? Hume nos respondería que es el hábito[2]. Acostumbrados por la experiencia repetida de ver bolas chocar, es cómo podemos sacar luego las conclusiones que diariamente aplicamos en nuestras vidas.
El origen de nuestras certezas está fundamentado en las experiencias previas que tuvimos a lo largo de nuestras vidas, pero no existe ningún dato que pueda asegurarnos la existencia de una ley de necesidad que gobierne estos fenómenos. Del suceso A que produce la respuesta B, no puede extraerse la conclusión de que A siempre producirá B. Pero sí, posteriormente, en repetidas oportunidades el fenómeno A produce siempre la consecuencia B, nuestra razón, fundamentada con esas experiencias “agrega” el criterio de “necesidad” que nos hace creer que siempre A producirá el efecto B.
Hume, quien al igual que Descartes, buscaba alcanzar un grado de certeza absoluta en sus investigaciones, concluye diciendo que todo conocimiento a posteriori (en terminología kantiana) carece de certeza, puesto que sólo está basado en la experiencia y las leyes que rieguen dichos fenómenos (“cuestiones de hechos” en la terminología de Hume[3]) escapan a los dominios de la razón.
¿Qué nos está queriendo decir Hume con esto? ¿Ninguno de nuestros conocimientos, salvo las ciencias formales, son realmente verdaderos? ¿Todo lo que creemos como “cierto” no es más que una ilusión generada por el hábito? ¿Cómo no caer en el amparo de la locura ante la terrible verdad que Hume arrojó al mundo?
Dos formas de interpretarlo intentan dar respuesta a estos interrogantes:
· Hume como representante del empirismo
· Hume como escéptico radical
A continuación, analizaremos cada una de estas posturas.

CAPÍTULO II: HUME, EL EMPIRISTA-NATURALISTA

Una de las formas de interpretar a este genial pensador inglés es enmarcándolo dentro del “Naturalismo”, definido como un “movimiento que afirma que la naturaleza constituye el conjunto de la realidad”[4].
Lorenzano, acerca de Hume, nos comenta: ¿qué nos lleva a creer en la existencia de los cuerpos en el mundo fuera de la conciencia? Ningún argumento racional lo hace. No percibimos objetos fuera de la mente, sólo impresiones e ideas dentro de ella. Lo único que está presente a la mente son las percepciones, y no tenemos ninguna evidencia de que tengan algún parecido con objetos, o propiedades de objetos, ya que en sentido estricto nunca percibimos los objetos. El sentimiento, no razonable, de que hay cuerpos, no proviene del entendimiento sino de la imaginación.[5]
Acá podemos ver cómo, a pesar de no negar la existencia de una realidad con independencia del sujeto cognoscente, Hume si niega la posibilidad de conocerla tal cómo es, puesto que sólo poseemos “impresiones” de la misma. Desde este punto de vista, Hume podría acercarse a los límites de la teoría fenomenológica.
Sin embargo, mayormente se interpretó su postura como naturalista, principalmente debido a su concepción empirista en cuanto al origen del conocimiento. Siguiendo a Hessen[6], consideraremos “empirismo” como la respuesta al origen del conocimiento que afirma que la única vía para acceder al conocimiento es a través de los sentidos.
Hume, entendido desde esta postura, estaría en sus textos[7] marcando los límites de la razón para conocer, sólo dejándole a la razón humana un pequeño trecho de certeza.
“Aunque concluyésemos (…) que en todos los razonamientos que parten de la experiencia la mente da un paso que no se justifica por ningún argumento o por proceso de comprensión alguno, no hay peligro de que aquellos razonamientos de los que depende casi todo el saber sean afectados por tal descubrimiento. Aunque la mente no fuera llevada por un razonamiento a dar este paso, ha de ser inducida a ello por algún otro principio del mismo peso y autoridad. Y este principio conservará su influjo mientras la naturaleza humana siga siendo la misma.”[8]
Con todo esto, podríamos afirmar que prácticamente la totalidad de los conocimientos humanos están fundados en los “hábitos” y la experiencia, siendo esta última fundamental para la elaboración de las ciencias.
Pero… ¿es realmente esto lo que Hume quería transmitirnos? Veamos a continuación otra posible interpretación de sus argumentos.

CAPÍTULO III: LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Para Hume, afirmar que el sol saldrá de nuevo mañana por la mañana es tan verdadero como afirmar que no saldrá, puesto que la noción de necesidad es inexistente, como lo explicamos en el primer capítulo.
Si tomamos este argumento como un absoluto, Hume estaría refutando la totalidad de los razonamientos inductivistas, y estos son el pilar de la ciencia moderna. Pueden recordarse también otras grandes críticas realizadas al inductivismo: el argumento del suicida que salta de un rascacielos y luego de caer hacia el suelo durante más de cien pisos concluye que nunca morirá, o el del matemático que al analizar que el número, dos, tres, cuatro, etc. son menores que 10.000 cansado de contar, al llegar a 9.999, concluye que todos los números son inferiores a 10.000, etc.
¿Qué conocimientos son posibles dentro de estos estrechos márgenes de razonamiento? Lorenzano nos respondería que, “según la interpretación “tradicional”, Hume no sería sino un escéptico radical, que disuelve toda posibilidad de hacer filosofía”[9]. Hume demostraba una “desconfianza en la posibilidad de que la filosofía ofrezca un anclaje seguro en cualquier verdad"[10]
Inclusive, las sustancias, quedarían reducidas simplemente a un haz de percepciones, pues no posee ninguna realidad como ente metafísico. Si caemos en esta postura absoluta, ningún tipo de conocimiento es posible, más allá de la “filosofía natural” expuesta por Hume. La metafísica, el esencialismo, la religión, esta monografía, las especulaciones filosóficas que se alejan de lo natural, etc. son razonamientos que quedarían excluidos del campo del verdadero saber, aquél que no se funda en las costumbres (hábitos) sino en la racionalidad pura. El propio Hume lo afirma:
“cada vez que un volumen caiga en tus manos, pregúntate: ¿contiene razonamientos experimentales sobre verdades de hecho? ¿Contiene razonamientos referentes a número o cantidad? En caso negativo, arrójalo al fuego, puesto que no contendrá más que ilusiones y proposiciones sofísticas”[11]
CONCLUSIÓN

Debatir en torno a la posibilidad del conocimiento invita a pensar no sólo en las teorías de los grandes pensadores, que, como Descartes, buscaron justificar en la razón el máximo grado de certeza posible, o los que como Hume, denunciaron con destreza los límites de nuestra razón para conocer, sino también que nos posicionan, personalmente, ante interrogantes que forman parte de nuestra propia constitución como seres humanos.
¿Cuánto de lo que habita en nosotros, cuantas “verdades” de nuestro mundo están realmente fundamentadas? ¿Qué es lo que conocemos realmente? Hume no sólo es una respuesta a múltiples cuestiones de la teoría del conocimiento, sino que sus textos son a su vez una pregunta a nosotros mismos y nuestra formación académica-profesional.
Ya sea considerándolo como escéptico radical o como empirista, ningún amante del saber que quiera avocarse a los estudios filosóficos puede pasar por alto los argumentos esgrimidos por David Hume.
La historia de la humanidad pareciera ser la larga búsqueda de un ansiado tesoro: la certeza. El miedo ante la incertidumbre motoriza al ser humano a abocarse a las más profundas investigaciones, buscando su lugar entre la razón y la experiencia. Pareciera ser que justamente, en medio de ambas, es dónde más logra alcanzar su idílico objetivo.
Luego del análisis de las dos posturas desarrolladas a lo largo de esta monografía, pueden enunciarse las siguientes conclusiones:
· Debemos evitar, al leer a Hume, caer en posiciones extremas: no se trata de un simple empirista, sino de un profundo pensador naturalista, como tampoco es un escéptico radical, sólo que logra con un estilo singular aportar el grado de dudad necesario que todo saber debe tener para estar realmente fundamentado.
· La postura de Hume es una invitación a la constante crítica del saber, evitando así caer en posiciones dogmáticas que obstruyen el progreso de todo conocimiento.
· Hume no niega la posibilidad de realizar ciencia, sino que le exige un alto grado de certeza en sus razonamientos, en pos de su propio progreso.
· Al igual que descartes, toda la filosofía de Hume es un intento por alcanzar un conocimiento cuya certeza sea indudable.
· El análisis de nuestros propios conocimientos resulta fundamental, para lograr discernir aquellos que realmente se encuentran justificados de aquellos que sólo son fruto de la simple “costumbre”.
· El grado más cercano a la certeza que un conocimiento puede alcanzar está determinado por la combinación de la experiencia fundada en base a criterios racionales.
No podemos negar la filosofía, al menos que realicemos un artilugio conceptual e identifiquemos filosofía con ciencias físicas, como lo hizo Hume. Su contexto, netamente marcado por el auge del positivismo, emerge como fundamento principal de todas sus reflexiones, que lograron inmortalizarlo como el más grande (el único a mi conocer) escéptico-empírico-naturalista de la historia de la filosofía.
NOTAS:

[1] DAVID HUME. investigación sobre el conocimiento humano
[2] Ídem anterior
[3]Ídem anterior
[4] Microsoft ® Encarta ® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation.
[5] LORENZANO, César. Teoría del Conocimiento, Módulo III, Unidad I.(Apuntes de cátedra)
[6] HESSEN, Johannes. Teoría del Conocimiento. Losada.
[7] “Tratado sobre la naturaleza humana” (1739) e “Investigación sobre el entendimiento humano” (1748)
[8] DAVID HUME. Investigación sobre el conocimiento humano.

[9] LORENZANO, César. Teoría del Conocimiento, Módulo III, Unidad I.(Apuntes de cátedra)
[10] ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA. Editorial Océano
[11] Ídem anterior

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