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Fué discípulo de Sócrates y su estilo de vida constituía una burla a las costumbres de la sociedad de su época.
Su estilo vagabundo y picarezco lo inmortalizó como uno de los pensadores más emblemáticos del Cinismo Filosófico.

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Un ejemplo para los niños

sábado, 10 de enero de 2009

Los Cínicos según Tomás Abraham

Breve historia de la filosofía 22

Los cínicos 1

Extraño movimiento filosófico. Se dicen discípulos de Sócrates. Conservan de él la vida austera, la condición de hombre pobre, y la capacidad de escarnio. Pero no emplean la ironía, ya que ésta es parte de una práctica dialéctica, de un modo de interlocución, y de una esperanza social. Los diálogos platónicos muestran la escena en la que el maestro disuelve el saber de los ciudadanos con el fin de que se convenzan de la necesidad de emprender un camino de sabiduría y ascetismo que los haga capaces de gobernar a la polis. No hay esperanza social en los cínicos. Su acción tiene la fuerza y los límites de la denuncia. Su legendario epónimo es Diógenes. La palabra cínico deriva de “perro”, eran los perros de Atenas. Ser animal es una virtud cínica. La humanidad es, para ellos, artificial, cosmética, hipócrita, por supuesto que es la humanidad cultural y política, la otra, la humanidad desnuda, es justamente la animal. El animal es quien está cerca de los dioses. Son conocidas las anécdotas de Diógenes: masturbarse en público, tener por único abrigo un tonel, salir a la luz del día con un farol en busca de un verdadero hombre, pedirle al emperador Alejandro que se corra de su lugar ya que le tapaba el sol, etc. Muchos de estos hechos se describen en los episodios narrados por Diógenes Laercio. De los cínicos nos han quedado estos breves relatos ejemplificadores, y se han perdido sus obras. Nos llaman la atención las profusas obras escritas y perdidas de estos hombres aparentemente sólo escandalosos. La palabra cínico ha tenido los mismos avatares y resignificaciones que la palabra sofista. Ha quedado devaluada y funciona como un anatema. Oscar Wilde decía que ser cínico es saber el precio de todas las cosas y el valor de ninguna. Una persona cínica es la que no cree en nada y no se lamenta por ello. Por el contrario, le da risa. Se ríe de la credulidad de sus semejantes. Lo que más molesta del cínico es su goce. En la década del ochenta del siglo XX el cinismo se convirtió en un nudo problemático. Emergió al interior de una discusión de lo que podemos llamar una “interna alemana”. Los trabajos de Habermas sobre lo que definía como anti-modernidad, hacían uso de aquella palabra como una descalificación filosófica. Cínica era la filosofía que se mofaba de los valores de occidente al mismo tiempo que se aprovechaba de los mismos. Era lo propio de filosofías de tipo contestatario o de un romanticismo dudoso, que ostentaban su descreimiento respecto de los valores republicanos, de las políticas liberales, de la universalidad racional y de la creencia en el progreso de las civilizaciones. En esta bolsa de rebeldes sin causa Habermas metía a Georges Bataille, Michel Foucault, a los discípulos de Nietzsche, a los filósofos de la sospecha, con sus adláteres y admiradores. También agregaba a los heideggerianos que tenían una concepción de la técnica y de la política retrógrada, y a todas las variantes de surrealismos poetizantes de moda en aquellos días que iban de Derrida a Deleuze. Por lo visto el ataque se dirige, fundamentalmente, a la filosofía francesa, que incluso había recuperado a un Heidegger no sólo interpretado por Levinas sino comentado en los seminarios de Lacan. El libro de Peter Sloterdijk publicado en aquellos días, en 1983 más precisamente, sobre el cinismo, Crítica de la razón cínica, embiste contra Habermas y su ética comunicacional. El pregón de la Ilustración con base kantiana, modela la ética de acuerdo a una teoría del procedimiento dialógico. Habermas combina el ideal de universalidad kantiano con las teorías de la comunicación. El imperativo categórico que subsume al individuo bajo las exigencias del deber, se hace interactivo y simétrico. Un nuevo formalismo equitativo hace que los participantes tengan una misma oportunidad de intervenir y decidir las cuestiones comunes. El poder se ha convertido en reglas consensuadas, y la dominación en diferencia acordada. Para Sloterdijk este armado de simetrías supuestas y formalismos controlados, define al cinismo de la modernidad. Una cabeza doble que se presenta con un solo corazón.

Los cinicos 2

Los otros, los herederos del discurso de la sospecha y de la rebelión, señalaban el cinismo de los habermasianos, que inventaban un mundo ideal en el que todos los participantes tenían la misma oportunidad de actuar, los mismos derechos, la posibilidad ecuánime de respetar las reglas, con lo que el proceso democrático y la ética apropiada estaban garantizados. El modelo idealizado de simetría perfecta no servía, según el ataque de los herederos de Nietzsche, más que para presentarse en congresos de filósofos que acumulaban antecedentes, pasajes y refrigerios. En ese momento, hablo de 1983, Michel Foucault saca un nuevo conejo de su galería de sombreros. Lo presentó en su último curso tanto en los EE.UU. como en París: lo dedicaba a lo que llamó La Parresía, subtitulado “El coraje por la verdad”. Trata de la filosofía de los cínicos. Desplaza el eje de la cuestión. La palabra griega “parresía” quiere decir hablar franco o hablar directo. Pretende ser una palabra desnuda, la aplicación de una retórica negra –al decir de Roland Barthes–, sin remilgos, artilugios, sin los recursos de las artes de la palabra, los ‘tekhné tou logou’, de los que hacían gala los sofistas y dialécticos. La palabra de los cínicos no sólo era directa sino especialmente dirigida a los que detentaban el poder. El parresiasta que le dice al emperador que se corra porque tapa la luz del sol, arriesga su vida. Jamás usaría su palabra franca, ofensiva, respecto de quien se halla en una posición de debilidad. La palabra de los cínicos vale en tanto el que la expresa se halla en una situación de riesgo, de peligro, agrega Foucault. Al revés de lo que se entiende por cinismo, es decir una síntesis de las formas del doble discurso, en la palabra cínica hay un hablar abierto, breve, y sin doblez. Esto implica una particular relación del hablante con lo que dice. Al sujeto de la enunciación, que es aquel que se encuentra en situación de habla; al sujeto del enunciado, el que está marcado en la frase como quien enuncia, se le agrega el sujeto del “enunciando”. Ejemplo. Yo, Tomás, me paro en una asamblea y digo “¡Basta!, ¡hoy no se vota mientras haya presión y violencia!”. El sujeto de la enunciación es mi persona en una sala con el micrófono en la mano haciendo uso de la palabra. El sujeto del enunciado es el yo tácito en la frase que habla y lanza su imperativo. El sujeto del enunciando es la particular relación que tengo con la frase que dije. Puede ser un artilugio porque mi propuesta política está por perder, entonces soy un farsante. O es una jugada riesgosa porque efectivamente hay una banda de energúmenos con palos que cierran la puerta y amedrentan a los asambleístas. Mi palabra entonces denuncia una impostura y señala el lugar del poder en la medida en que enuncia una verdad. Todos tenemos una relación con la expresión de lo que pensamos, una instancia de creencia respecto de nuestra palabra. La palabra cínica debe ser franca, en situación de inferioridad, y en relación de autenticidad con lo que decimos.
material extraído de "Breve historia de la Filosofía". Tomás Abraham.
http://www.tomasabraham.com.ar/cajadig/2007/caja16_21-22.html

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