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Ontologicamente, este sitio sólo pretende compartir los trabajos filosóficos, artísticos, educativos, etc. de los Discípulos De Diógenes, un grupito de amantes de la filosofía que desde un remoto lugar del universo, que podría ser su centro, comparten las profundidades más oscuras de su ser con todo aquel lector que así lo desease.
Nacidos en el profesorado de Filosofía del Instituto de Formación Docente y Continua Nº5 "José Eugenio Tello" y guiádos por la sabiduría del espíritu inmortal de Inocencia (nuestra portera que merece el rango de Directora) ofrecemos a corazón abierto nuestras escazas producciones intelectuales. Esperamos sean de su provecho.

¿Quién era Diógenes?

Diógenes es un personaje muy particular dentro de la Historia de la Filosofía: vivía en un barril (como el chavo) y aseguraba que no necesitaba practicamente nada para ser feliz, puesto que era un militante de la desmaterialización de la vida humana.
Fué discípulo de Sócrates y su estilo de vida constituía una burla a las costumbres de la sociedad de su época.
Su estilo vagabundo y picarezco lo inmortalizó como uno de los pensadores más emblemáticos del Cinismo Filosófico.

¿Porqué ser un Discípulo de Diógenes?

Vivimos inmersos en un contexto netamente materialista, dónde el dinero y la tecnofilia desplazaron al pensamiento, los sentimientos y la espiritualidad de la vida cotidiana del hombre postmoderno.
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Un ejemplo para los niños

sábado, 10 de enero de 2009

Nietzsche y la Verdad

Interpretación de la “Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral”, de Friedrich Nietzsche

NIETZSCHE inicia su tratado demostrando la innecesidad del conocimiento humano, puesto que si el hombre antes desconocía casi todo y lograba sobrevivir, si el conocimiento desapareciera nada sucedería. El conocimiento se presenta al hombre como máscara para ocultar su cobardía, para refugiar su propia debilidad existencial en la ilusión del conocimiento. Según Nietzsche, este “arte del disimulo” “alcanza su punto culminante en el hombre”, quien a causa de su propia vanidad, inventa verdades para poder sobrevivir en este mundo. El hombre es un ser ajeno a la verdad.
Lo que el hombre considera “conocimiento” se trataría solo de formas, de captación de estímulos, pero en realidad, no sabría nada sobre sí mismo ni sobre la naturaleza.
En el estado de naturaleza el hombre solo usa su intelecto para el disimulo, elaborando un contrato de paz donde el primer paso a la verdad está constituido por el establecimiento de lo universalmente válido, enunciándose así las primeras leyes: el lenguaje.
A través de las tautologías, de los silogismos, de la lógica en general, el hombre se acostumbra a manejar ilusiones como si fueran verdades, puesto que el mismo lenguaje se trataría de una red de convenciones y mentiras. Las palabras nos limitan, puesto que nunca podrán representar un concepto universal en toda su extensión. Con las palabras no se llega a la verdad, puesto que “la cosa en si” es inasequible para nosotros y nuestro limitado lenguaje.
¿De dónde proviene la verdad? Según Nietzsche, si se la escribe con palabras, resulta imposible que provenga de la esencia de las cosas. Los conceptos universales surgen a través de una falsa igualación de la verdadera desigualdad de las cosas. La naturaleza no conoce ni formas ni conceptos, es solo una X que resulta inaccesible. ¿Qué es entonces la verdad? Según el gran pensador alemán, se trataría de relaciones, convenciones humanas elevadas a través de una ilusión al carácter de verdad.
Esta institución de la verdad surge como una imposición social, donde el hábito representa el camino que nos conduce a la verdad. A diferencia del animal, el hombre posee la capacidad “de hacer que las metáforas intuitivas se volaticen en un esquema, es decir, la capacidad de disolver una imagen en un concepto”. El hombre se muestra como el único ser capaz de realizar jerarquizaciones.
La verdad, considerada en su génesis social, nos invitaría a no atentar contra el orden de lo establecido. Es el hombre quién construye conceptos sobre bases frágiles, es decir, la verdad se establece antropomorficamente. Es así como el hombre busca la compresión de un mundo creado por el mismo hombre, y olvida que está encerrado entre metáforas de su propia ilusión. “Si escapara durante unos instantes de esa prisión, el hombre perdería la conciencia de si mismo, y le cuesta creer que los animales y los insectos perciben un mundo totalmente distinto y carece de sentido distinguir cual de las dos percepciones es la correcta, puesto que término “percepción absoluta” es un juicio contradictorio”. Las esencias no se manifiestan en el mundo empírico.
Las leyes de la naturaleza nos parecen objetivas porque todos las percibimos de igual manera, pero si todas las percepciones fueras distintas, desconfiaríamos de ellas. Solo conocemos los efectos de dichas leyes y las sumas de sus relaciones se reducen a la rigidez matemática y las representaciones de espacio y tiempo. Todas las metáforas posteriores (consideradas verdades) se construyeron a través de la imitación de tales formas primigenias.
Los conceptos se construyen primeramente por el lenguaje, y luego por la ciencia. Los mitos y el arte confunden los conceptos: “Si un artesano estuviera seguro de soñar cada noche, durante doce horas, que es un rey, sería tan feliz como el rey que todas las noches soñara durante doce horas que es un artesano” (Pascal). El ser humano, naturalmente, posee la tendencia a dejarse engañar.
Los conceptos copian la vida del hombre y cuando los deshace, remplaza los conceptos por instituciones, pero estas instituciones no siguen un camino regular que conduzca a las abstracciones.
¿Cómo arribar, entonces, a una verdad? Nietzsche nos respondería: por el camino iluminativo y liberador de la intuición. Ante la intuición el hombre enmudece o habla con metáforas, con construcciones conceptuales inauditas, que destruyen las viejas barreras conceptuales.
Los hombres racionales y los intuitivos desean el dominio de la vida y caminan juntos sobre la superficie de este mundo, recorriendo la historia de la humanidad de punta a punta, creando cultura y ciencia, viviendo mentiras y dolores, y el hombre intuitivo obtiene de sus intuiciones una defensa contra el mal, una redención, y es tan irracional en la felicidad como en el dolor. El racional, como un estoico, disimula dolores y pasiones, sin gritarse, sin alterarse, se refugia bajo la máscara del conocimiento.
Nietzsche denuncia que son necesarias, para que la vida sea soportable, tanto la verdad como la mentira. “Sin ciertas dosis de locura, nadie puede creer firmemente estar en posesión de la verdad, puesto que creer en la verdad es precisamente locura”.
Debemos abandonar la fe en el conocimiento y en la lógica, puesto que es imposible arribar a un conocimiento profundo y certero. Nietzsche se presenta así como uno de los principales detractores de la Lógica: “No es mas que la esclavitud en los lazos del lenguaje”, nos dirá él. Lo mas verdadero de este mundo es el amor, la religión y el arte, los tres poderes ilógicos.
La ciencia, para Nietzsche, consiste en “adquirir conciencia de todo lo que se posee por herencia; es el registro de las leyes firmes y rígidas de la sensación”. En el hombre no existe ningún instinto de verdad y el placer que nos ocasiona la verdad no indica un deseo de la misma. El placer de la mentira es estético, y como tal, se constituye en verdad, al no ocultar su intención de engaño.
El autor finaliza sus ideas con la tesis de que el mundo solo puede ser entendido en cuanto a sus apariencias, nunca en sus esencias o verdades. “Únicamente quien pudiera considerar la totalidad del mundo como apariencia estaría en condiciones de contemplarlo sin deseos y sin instintos: el artista y el filósofo.”

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